Estos cuatro textos pertenecen a un libro inédito llamado "El árbol de la palabra". Ahí Alcalde elabora "covers" de sus poemas favoritos.
¿Ya está avanzando el año?
R.A. Schöder
El
invierno ha venido a buscarnos
como
si la edad, como si la porfía del tiempo
cansado
de sostener cada árbol
abandonara
las sombras y su tormento.
Curvados,
la tierra nos llama
poco
a poco desde las alturas
y
vamos bajando las vidas
solitarios:
sueños lentos, canos.
Ramajes
finales, vejez constante
como
si los últimos días
sólo
subieran hasta los ojos
y
regresaran oscuros, vacíos.
El
alma ciega toda raíz y se extermina
adelantándose
a la muerte.
En
el silencio sin misericordia
un
árbol nos envejece, hoja por hoja.
De cuando el hijo de nuestro príncipe murió en el momento
de nacer
Matthias Claudius
Dan
la orden de llorar
Y
empezamos ablandando el pequeño ataúd
Hasta
soltarlo de la tierra
Para
que cada lágrima navegue eternamente.
Se
ha desprendido de sus raíces
Y
la muerte lo escucha
Y
aúlla su madre como una tempestad
Retorciendo
el dolor con angustia.
El
niño lleva en sus manos el primer rayo.
Detrás,
otros iremos a detenernos.
apoyando
los días en el muro frontal
sujetando
el furor de la sangre iluminada.
Aunque
vivió en el exilio del tiempo
ciego
a todo imperio detenido
y
su corona como las hojas, vaciló
crepitando
rodeada de relámpagos.
El
poder del magisterio fue dado a cada ciudadano
junto
con el grito ecuánime de la justicia
Con
la pompa que enardece la luz.
La
luz que sólo unos pocos reciben, desnudos.
Aún
los que viven expuestos al sol
y
a la cordura, gastándose sin prisa
vaciando
los rostros, perdurables y frágiles
también
hurgan la noche, viajan
detrás
de las sombras, raspan las tinieblas
y
en vano, a tientas, buscan la verdad profunda.
Y
caminan embelesados
por
el pavor de vivir como si de pronto
se
vaciara también la muerte
en
su quietud más urgente
para
llegar otra vez a las raíces
donde
el pequeño monarca asciende por sus frutos
y
nos tienta con su transparente oferta.
Oda a Landauer
Holderlin
Loor
al hombre de la casa profunda
en
cuyos laberintos se instaló la sonrisa
donde
el alma anchurosa y transparente
queda
sometida al rigor del invierno y el olvido.
Repartiendo
el fuego, azuzando la alegría
sin
enturbiar el amor claro y doméstico
aquel
que jamás peligra y tanto aviva
y
se mortifica callando y perdiendo.
Demorando
toda sensación de angustia
dejando
el sol ovillado en los cristales
y
en los bienes visibles que como el cielo
a
la noche, integran la memoria del tiempo.
Ahí
la mujer florece y sale al encuentro
del
hombre cantando en sus entrañas
para
edificar la profundidad del ser:
sangres
pequeñas, manos, estrellas bifrontes.
Aunque
en vano cada instante desnude
la
alegría, aminore con furor los sentidos
la
pulcritud y el orden de la eternidad
¡Oh
corta dicha imperturbable y en movimiento!
Justo
cuando la felicidad es completa
cuando
envejecer no es un sacrificio
cuando
la muerte no apura el orden inmortal
y
es la luz la que avanza sin piedad, rapidísimo.
Hora nocturna
Karl Kraus
Noche
de las noches, huyendo
tan
pronto como la tocamos
ave de
tal velocidad que ciega
su
adelanto y anticipo: el día.
Noche
de las noches, llegando
aposentándose
en todos los temblores
y en
la claridad de su parpadeo
la
muerte cambia de estacionamiento.
Noches
de las noches, volando
como
si el hombre detuviera
la
porfía de la existencia
y vida
y muerte fueran solo indivisibles.
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